lunes, 11 de julio de 2011

LOS TALIBANES DEL ARTE


LOS TALIBANES DEL ARTE

Con estas decisiones se demuestra una vez más la incompetencia de quien “lidera” los supuestos procesos culturales de nuestra ciudad. ¿En manos de quién reposan las decisiones en materia de arte y cultura? ¡Con esta salida en falso podemos encontrar la razón del problema!

Por: Santiago Pérez J.


Recuerdo bien como la televisión transmitía imágenes de las antiguas esculturas budistas siendo dinamitadas por la milicia afgana. Esculturas de 1500 años de antigüedad se hicieron polvo a nombre de los estrictos principios religiosos de los talibanes. Inmediatamente, vienen también a mi memoria cientos de atropellos a nombre de la moral y las buenas costumbres de distintos dictadores tropicales, regímenes y estados totalitarios que veían en las manifestaciones artísticas claros obstáculos ante la “honorable” empresa de controlar los ciudadanos y evitar así, repentinos ataques de conciencia crítica despertados por la literatura, las artes plásticas, el teatro o la música.

La historia, plagada de incansables predicadores contra la vulgaridad, el lujo, los excesos y las insinuaciones diabólicas del arte, nos recuerda las peligrosas consecuencias de una sociedad reprimida, moralista y enajenada hasta de su propia realidad. Desde el aplicado religioso Savonarola y la “hoguera de las vanidades” durante el renacimiento, pasando por los nazis y la quema de literatura judía como solución alternativa contra el invierno germano, hasta las cláusulas estrictas para la creación artística en la unión soviética; son ejemplos más que elocuentes de esa relación perniciosa entre el estado, la censura y los dogmas.

Sin embargo, imaginar que esta defensa de las "buenas costumbres" pueda darse en pleno siglo XXI y que sea un argumento de la funcionaria encargada de velar por el desarrollo artístico y cultural de nuestra ciudad, era la cereza que faltaba para decorar el postre. Cuatro años de desaciertos e intervenciones desafortunadas tienen hoy como cierre eximio el siguiente hecho: El desmonte y el posterior “almacenamiento” a la intemperie de un carboncillo (un desnudo para más señas), donado hace más de dieciséis años por el maestro Darío Jiménez (tío por línea materna de quien esto escribe) y que según la funcionaria, estaba guardado pues la imagen de la desnudez femenina “impresionaba” a niños y molestaba a padres de familia.

El cuadro en mención tuvo que ser rescatado de los desechos por el propio artista D. Jiménez, después de que un profesor de la Escuela de Artes en un ataque de escrúpulos y asepsia, digno de Howard Hughes, sacara del salón de artes la basura (“Basura” que supuestamente él mismo enseña y no reconoce entre los materiales de desecho). A pesar de las disculpas ofrecidas a posteriori por la funcionaria “a cargo”, ésta remató sus explicaciones con la ya mencionada excusa mojigata.

Siendo así, bajo este principio deberíamos entonces iniciar una cruzada a la vieja usanza medieval, para retirar de museos, galerías, salas y plazas públicas “objetos” que supuestamente van en contra de la inocencia y de la infancia como la Venus de Milo y sus turgencias marmóreas o bien, retirar la abundante anatomía de Botero de los parques de las grandes ciudades del mundo por despertar bajas pasiones entre los transeúntes.

Incluso y sin llegar a ser atrevidos, creo que la señora en mención debería invertir el amplio presupuesto de la cultura de Chía, para retirar de las paredes de los hogares de la ciudad de la luna cualquier afiche o representación indecorosa del ser humano (cual talibán), so pena de ser puesto en el cadalso por atentar contra la ética y el decoro. Podría adelantar no sólo una causa moralista sino también religiosa en donde se eliminen las obscenas figuras humanas que adornan las iglesias. Es más, creo que debería ir más allá y eliminar de un plumazo las minifaldas, los escotes y las tangas narizonas pues son evidentemente una afrenta contra el candor y el recato que todo buen hijo de vecino debería tener al salir a la calle. Me la imagino pensando que en pleno siglo diecioch… veintiuno, existan personas sinvergüenzas que no respeten la urbanidad de Carreño. Creo que dichas acciones podrían generar nuevos adeptos a su ya maltrecha causa cultural y al fin liderar un proceso (que aunque un tanto fascista), movilizaría a un buen número de fanáticos puesto que a través de la dirección de cultura le fue imposible desarrollar una iniciativa sólida sobre políticas y eventos culturales.

Dobles morales, melindres y cursilerías dignas de ese “Discreto encanto de la burguesía” que plasmó con maestría Buñuel. Personajes raídos, acartonados que viven de las apariencias y los remilgos, pero que de puertas hacia adentro son más vulgares que el resto de los mortales.

Entrar a discutir acerca de las implicaciones legales que dicha acción dolosa sobre un bien patrimonial de la Casa de la Cultura pueda tener, es algo que pertenece a un terreno que desconozco. Lo que sí es digno de reflexión, es el argumento que esta directora cultural plantea para justificar el desmonte de la obra y su posterior abandono con carácter negligente de un bien patrimonial (No me quiero imaginar lo que puede pasar con las creaciones de otros donantes, profesores y alumnos). Sin descartar además, la actitud de un docente que no reconoce el valor de una obra de arte que antes de ser echada a la basura, debió despertar, en una persona experta y conocedora, el más mínimo sentido de conservación y respeto por el trabajo artístico ajeno ¿Dónde se encontraba la directora de cultura de Chía? ¿Quién está atento a lo que hacen los contratistas con los bienes públicos? ¿Nadie sopesa los arrebatos de limpieza de los contratistas?

Es inaceptable que un funcionario público (director o docente) omita, descuide, se escandalice y censure la difusión de una obra de arte por el simple hecho de representar la desnudez humana. Si la casa de la cultura de Chía no puede justificar desde lo estético y lo humano una creación artística a cualquier espectador (sea niño, joven o adulto), está haciendo las cosas mal, muy mal. Desde esta misma institución debe fortalecerse un proceso de formación de públicos que permita evitar precisamente lo que la funcionaria aduce como argumento; y en consecuencia, que no se censuren las obras y los artistas que tanto aportan al desarrollo de una sociedad como la nuestra plagada de inequidades y que tiene como gran referente educativo a la televisión. Muchas personas preferimos deleitarnos con la figura humana en una obra de arte que con la agresiva publicidad, que sin pedagogía y atención real de las instituciones gubernamentales, despierta referentes estéticos muchos más perjudiciales para un infante. Si se lograra liderar una educación artística seria y permanente dirigida al público que ve las obras de arte, lograríamos evitar comportamientos atroces y del puritanismo más medieval.

El arte es una forma de interpretar al mundo que abre las puertas a la creatividad, a la imaginación y a la conciencia crítica ¿Por qué debe censurarse? ¿Por qué debe botarse a la basura? Es increíble que desde la misma dirección de una entidad que en teoría debería velar por el desarrollo y el apoyo a los artistas locales, se termine descalificando un trabajo artístico por el simple hecho de develar el “misterio” de la desnudez. Con estas decisiones se demuestra una vez más la incompetencia de quien “lidera” los supuestos procesos culturales de nuestra ciudad. ¿En manos de quién reposan las decisiones en materia de arte y cultura? ¡Con esta salida en falso podemos encontrar la razón del problema!

Finalmente, espero que la obra nunca regrese a una entidad que menosprecia las manifestaciones culturales y las libertades implícitas en una verdadera creación artística haciendo las veces de censores talibanes. Ansío también que la doctora Canal y los supuestos visitantes “alarmados” de la Casa de la Cultura no vuelvan a ser víctimas indefensas de provocaciones lascivas a causa de un carboncillo, una trusa de ballet, un texto de Bukowski o una melodía de Alan Jara… Quizás el desarrollo de su personalidad podría verse en riesgo inminente.




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